El estrés es necesario para sobrevivir. Lo que no es necesario es estresarse continuamente por un sinfín de factores. Sin embargo, nos ocurre y dejamos que forme parte de nuestra vida cotidiana.
“El desconocimiento o la desinformación acerca de este concepto hacen que en muchas ocasiones lo vivamos equivocadamente. Es como pretender arreglar la avería de un coche simplemente abriendo el capó, sin saber identificar ni las partes del motor o conocer las piezas. Salvando las distancias, lo mismo pasa con el estrés. Profundizar en su conocimiento para aprender a manejarlo es necesario», afirma la coach de ASESCO, Carmen Parrado.
Vivir sin estrés, ¿es posible?
El estrés no se da por cuestión de edades. Tampoco de sexos, ni de profesionales en general. Está presente en la infancia, la adolescencia, en la edad adulta y tercera edad. También en las personas sin empleo o aquellas que se dedican a las labores del hogar. Una definición sencilla de esta palabra tan mal usada sería: Mecanismos de defensa del organismo que se activan cuando percibimos una amenaza o situación amenazante.
Tristemente vivimos en una sociedad donde los factores estresantes relativos se presentan continuamente y, en algunos casos, de forma ininterrumpida. Los datos no engañan: el 59% del personal laboral en España, según el Instituto Nacional de Estadística, sufre algún tipo de estrés. Las bajas laborales relacionadas con trastornos emocionales o psicológicos están entre el 30% y el 40%. También, y hasta un 50%, el estrés se encuentra detrás de las altas tasas de rotación y absentismo laboral.
¿Cómo afecta esto a las empresas y al PIB en España? Según un informe de la OMS y el Banco Mundial, los trastornos mentales comunes están aumentando en todo el mundo de forma dramática. El tratamiento de la depresión y la ansiedad tiene sentido desde el punto de vista de la salud y el bienestar, pero también lo tiene desde una perspectiva económica.
Cómo manejar el estrés
Se puede aprender a manejar el estrés para que no llegue a ser crónico. Para que no lleguemos a ese síndrome del “quemado” que tanto asusta y que no solo está presente en ámbito laboral.
Lo primero que tenemos que saber es que existe un estrés positivo llamado eustrés, que nos sirve de estímulo para conseguir retos, que nos llena de energía para que nuestro desempeño sea óptimo y que nos orienta la atención con el enfoque y la concentración adecuada. Alargado en el tiempo y sin el conocimiento y recursos adecuados se convierte en distrés, el cansancio, la fatiga, la desgana, la irritabilidad, sensación de bloqueo mental, intranquilidad, desorden, falta de planificación, sentimientos de culpabilidad, dificultad en la toma de decisiones, etc. Son consecuencias que a nivel físico, psicológico-emocional y conductual, nos afecta.
¿Qué necesitamos saber para no llegar a este límite?
Las características del estrés se pueden agrupar en 4:
– Algo que implique Novedad
– Que sea Imprevisible,
– Provoque Sensación de Descontrol
– Algo que suponga una Amenaza para la Personalidad.
No tienen que darse las cuatro a la vez. A veces sólo con una de ellas ya es suficiente para activar el estrés como respuesta. Es entonces cuando, al percibir esa amenaza, nuestra reacción es de huida, ataque o bloqueo. Aquí es donde aparece la emoción del miedo. Cuanto mayor sea la amenaza que percibimos, mayor será la intensidad del miedo que sentimos.
“A medida que vamos mejorando y aumentando nuestros recursos, el grado del miedo irá descendiendo, aunque la amenaza siga siendo exactamente la misma, nuestra percepción cambiará y mejorará nuestra manera de confrontar esa amenaza. Podrás convertir esas amenazas en retos, y tu capacidad de adaptabilidad crecerá notablemente”, comenta Parrado.
El aprendizaje, clave para vivir sin estrés
“El aprendizaje del manejo del estrés es posible, se puede trabajar, y hasta aprovecharse del Eustrés, ese que es positivo. Pero es importante saber que algunas circunstancias o características personales pueden actuar como intensificadores del estrés. Aquí la alta intensidad no es buena compañera. También la impaciencia, la falta de tolerancia a las frustraciones, el no aceptar las limitaciones y por ende la incapacidad de pedir o aceptar ayuda, el querer contentar a todo el mundo, el querer controlar lo incontrolable, o como no, el perfeccionismo, que aunque esté de moda, es algo que no existe.
Es importante potenciar el crecimiento personal. Desde la Inteligencia Emocional y el Coaching, los resultados positivos están asegurados, concluye Carmen Parrado.