Lo que nos engorda y, sobre todo, lo que nos impide perder el peso deseado en ocasiones son nuestras rutinas y hábitos. No se trata, explica José Luís Sambeat, de prescindir de éste o aquel alimento, que también supone un sacrificio, sino de modificar o evitar los comportamientos asociados. Para el médico, éste es el mayor problema; quitarse el trocito de queso que tomamos al llegar a casa, la copa de vino de antes de cenar con unos frutos secos de acompañamiento o, por supuesto, la cerveza o cervezas de los viernes al salir del trabajo.
En esta relación de hábitos asociados a alimentos calóricos no podían faltar el chocolate y el pan. El primero se suele consumir después de cenar viendo la televisión y el segundo con la comida. Afirma el dr. Sambeat que hay gente que asegura que no sabe comer sin pan.
Los llamados “refrescos de cola” forman parte de los productos a poner en cuarentena por su poder adictivo y por su aporte de calorías vacias. Aún así, también es más difícil a la hora de guardar la línea el dejar de tomarlas si ese momento de consumo está asociado a algún momento placentero del día, como, por ejemplo, al finalizar la práctica deportiva.
A estas conclusiones ha llegado José Luís Sambeat después de tratar a más de 11.000 pacientes mediante su propio método de pérdida de peso y nutrición, el Método San Pablo, que, a grandes rasgos, consiste en adelgazar comiendo de todo. Con más detalle se explicaría en tres fases.
Tres fases para el Método San Pablo
Una primera, en la que, tras los estudios pertinentes, se fija un objetivo de kilos a perder y se suceden una serie de dietas en el paciente, entendiendo como tales la retirada de éste o aquel alimento. En la segunda, la de adaptación, se van reintroduciendo paulatinamente los alimentos “conflictivos” antes retirados, considerados peligrosos a la hora de engordar. La tercera y final consiste en el mantenimiento donde ya se puede volver a comer de todo.
Este proceso, cuenta el experto en diagnóstico de la obesidad, se vive como una lucha psicológica en la que la motivación es la base principal, tanto para iniciar el régimen, como para mantenerlo. Se observa una gran diferencia, explica, entre las personas que acuden influenciadas por los resultados que ya han visto en otros y quienes lo hacen empujados de alguna manera por la familia o las circunstancias. “ Los primeros vienen esperanzados porque conocen a alguien que ha hecho nuestro método y conocen resultados. Vienen confiados y convencidos. Los que acuden obligados van a tener más dificultades para implicarse en el proceso porque no tienen un modelo en el que mirarse y al que puedan imitar; aun no saben lo que son capaces de conseguir y lo que les va a cambiar la vida cuando lo logren. De esta forma es más difícil que funcione. En otros casos, por ejemplo, si son los padres y no el hijo, quienes han decidido ponerle a dieta, se les recomienda que hablen con él y le dejen caer el tema. Si él vuelve a preguntarles sobre esa posibilidad, entonces es que sí, que realmente quiere hacer la dieta. Si no, es mejor dejarlo, porque le va producir más ansiedad y le va a llevar a comer más”.
Una vez llegada la fase de adaptación, existe un momento crítico, advierte el experto, que es cuando se ha perdido mucho peso, pero se tiene que seguir cumpliendo con pautas marcadas, para alcanzar el objetivo final y poder volver a “comer normal”. Es complicado, porque “al enfrentarse con la comida y tener aun que hacer la dieta durante ya unos pocos días y verse más delgado, comienza a hacer trampas. Ahí se comienza a bloquear el proceso y , al cabo de un mes, cuando no se ha perdido lo deseado, el paciente se viene abajo. Es víctima de sus propias trampas mentales”.
En relación a las personas que concluyen la dieta con éxito, José Luís Sambeat destaca a los adolescentes y jóvenes, que ven como da comienzo para ellos una nueva vida a nivel social y como se refuerza su autoestima. Aquí, el grado de mantenimiento es muy elevado.
En estos y en todos los casos, se enseña a los pacientes una foto de cómo eran antes, explica y cómo han finalizado el proceso de pérdida de peso. Se produce una enorme satisfacción para médico y paciente. La mejora revierte, además, en un estado físico más activo, que permite cosas tan sencillas como abrocharse los zapatos y que antes eran imposibles.
Empieza aquí otro proceso que no sólo tiene que ver con mantener la línea, sino con adoptar esta nueva manera de alimentarnos como una filosofía saludable de vida. Se trata de mantener en el tiempo el resultado obtenido, e incrementar nuestro estado de bienestar mediante la prevención, a través de un hábito de alimentación saludable, de enfermedades y deterioros propios de la edad. Por ejemplo, explica José Luís Sambeat, aprender a comer para que las inevitables enfermedades articulares y reumáticas aparezcan en nuestra vida cuanto más tarde mejor y con un impacto lo menos agresivo posible.